sábado, 18 de agosto de 2007

VII

VITE COMENTA:
Saludos bien amados y mal odiados lectores. Debido a imprevistos en nuestro itinerario (bendito iSketch y Skype) no subimos alguna información. Les dejo por el momento el capítulo 7, y mañana el 8. Espero les siga siendo de su agrado. Dejen sus comentarios y opiniones, se las agradecería mucho. Sin más misterio les dejo mi humilde escrito........



Es algo muy extraño de mencionar, pero cuando era niño, la oscuridad era algo indiferente. Me molestaba que mi hermana se asustara por no tener la luz de su habitación encendido, cuando a mi realmente me divertía estar a oscuras. Podía imaginar muchas cosas, exaltabas la mente creativa y si tu cansancio te vencía, era más fácil encontrar el sueño.

No se a que altura de mi vida eso dejó de suceder. Solo en ciertas ocasiones podía conciliar el sueño a oscuras. Solía ocurrir que mi mente empezaba a divagar, pero siempre había algo que me asustaba, que hacía que tuviera que encender la luz, y dormir en esas condiciones. Tal vez ahora comprendía el porque del actuar de mi hermana. Era una de mis cualidades, o defectos, según sea el caso.

Ahora me encontraba en esa desagradable situación. Era una oscuridad total, y un silencio sepulcral. No sabia donde estaba, solo permanecía recostado, no sentía mi cuerpo. Ni siquiera podía moverme, hablar, gritar. Hasta dudada que estuviera respirando. No se que podía haber pasado, tal vez estaba muerto, o era un juego más de mi mente suspicaz.

Solo podía distinguir el techo de aquel cuarto, en el cual no había nada fuera del otro mundo. Repentinamente, el sueño de apoderó de mi, mis ojos empezaron a derrumbarse y mis fuerzas se extinguían. Fatiga total. De pronto, unos pasos se acercaban, con una pisada firme. Eran mas de dos personas, lo sabía, pero no deducía cuales eran sus intenciones. Quería abrir los ojos y gritar, correr, huir, llorar, pero no podía. Temí lo que sucedería, Dios mío, que termine pronto.

- Se encuentra anestesiado. Dormirá por doce horas. Su salud es estable, no se preocupe. Mañana le haremos una revisión, y si todo sale bien, tal vez sea dado de alta pasado mañana. – dijo tranquilamente aquella voz, que pertenecía a un hombre.
- Gracias a Dios, doctor. Iremos por un café y regresaremos para pasar la noche con el. - Esa voz era de mi madre.

¿Cómo pudo enterarse de lo que me había pasado? ¿Cuánto tiempo había transcurrido desde que estaba en el auto? ¿Dónde estaba Ángela? ¿Era todo un sueño? ¿O tal vez una gran mentira? Mi mente no pudo con más confabulaciones, y cayó en un profundo letargo.
Descansaba en aquél hospital. De pronto tenía hambre y sed, me sentía mucho mejor. Mi respiración era normal, el dolor se había ido, aunque aún estaba un poco aturdido por el tiempo que estuve en cama, supuse que había sido demasiado. En un segundo, escuché la puerta cerrarse de golpe y al girar mi vista hacia esa dirección, una figura me daba la espalda. Pensé que era ella, estaba aquí para acompañarme y saber como estaba de salud. Quise levantarme un poco, pero unas manos me sujetaron con fuerza a la cama, y una de ellas me tapó la boca.

Aquellas manos tenían un aspecto cadavérico, tétrico, aunque poseían una fuerza descomunal. La figuran se acercó, poco a poco. Y conforme avanzó, pude reconocer, para mi sorpresa y horror, al tipo de aspecto psicópata que estaba en aquella camioneta. Mostraba una perturbadora sonrisa, y de pronto me percaté que en sus manos tenía unas tijeras. Estaba aterrado, no podía hacer nada, nadie me escuchaba, estaba atrapado, acorralado. Unas lágrimas brotaron de mí ser, cerré los ojos, todo estaba perdido. Sentí un profundo dolor en el pecho, pero al aumentar éste, tuve fuerzas para zafarme y levantarme bruscamente.

Abrí los ojos, y no había nadie. Solo mi madre, recostada en una silla, y la tenue luz de la luna llena. Fue solo una pesadilla, tan real como lo que me había sucedido horas antes. Estaba aturdido, quise despertarle, pero preferí dormir y hacerlo en la mañana, era justo para todos.

Súbitamente, algo tocó mi hombro, ahora si estaba en problemas. Giré mi cabeza y era ella. Su aspecto era lucía serio. Tal vez estaba molesta por algo. No sabía que decir, ni como actuar. Su semblante cambió, y preguntó casi susurrando:
- ¿Cómo te sientes? -
- Mucho mejor – respondí en voz baja.
- Descansa, no menciones lo sucedido a nadie, nos veremos mañana. Por ahora no más cuestionamientos ni preocupaciones. Aquí estas seguro. Descansa y recupérate.
-Gracias – respondí brevemente.
Me dio un beso en la mejilla, y me recostó sobre mi camilla, como mucho cuidado, me arropó, y Salió de la habitación silenciosamente. Me sentí sin miedos ni preocupaciones, y por primera vez desde hacía mucho tiempo, pude dormir en la oscuridad como en la niñez.

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