sábado, 8 de septiembre de 2007

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Aquí les dejo la 10a parte. Una disculpa por el retraso, han sido dos semanas de trabajo y meditación. Estaremos haciendo esto más ágil. Saludos todos

El amanecer comenzaba a mostrarse. Estaba en el lado del copiloto, fingía dormir, pues aunque quisiera no podía hacerlo. Era extraño saber que hace unos instantes acababa de morir y perder todo lo logrado. No podía asimilar que ahora empezaba una nueva forma de vida, que las esperanzas de volver a mi pasado era prácticamente nulas, que parecía despertar de un extraño coma. Estaba triste, confundido, emocionado, no sabía como evitarlo. No quería que ella se percatará de lo que me pasaba, teníamos suficientes problemas los dos como para cargar con el peso del otro. El camino era tranquilo, las montañas se agigantaban, y la poca luz que llegaba se opacaba debido a las inmensas nubes que poblaban el cielo. Un típico amanecer de otoño.


De pronto, la lluvia se precipitó sobre el camino. Agua sobre todo a nuestro alrededor, parecia limpiar los errores cometidos, y consigo se llevaba también los aciertos. Realmente deseaba que lloviera. Después de la precipitación, vendrían cosas mejores. Y en ese amanecer, decidí por fin dormir. A fin de cuentas, el ambiente ahora era propicio.


Estaba dentro de una habitación. La lluvia era mas intensa. Las nubes no dejaban rastro de claridad. Permanecía solo, tenía una vela que alumbraba muy poco la habitación. El clima era melancólico. Y yo lo estaba también. Me levanté de mi cama y caminé hacia la ventana. De pronto, el viento hizo presencia. Con fuerza movía los árboles, casi los arrancaba de su base, el agua parecía golpear mi cristal. Temía lo peor. Y hacia el final, una figura se acercaba entre la tormenta. Solo notaba su mirada, tenia un toque de confianza. Se acercó lo suficiente y puede ver que era yo. Me miraba, y con un guiño, se daba la media vuelta y se alejaba. Después de eso, y a pesar que la tormenta crecía incontrolable, sentía que podía conseguirlo. Ahora confiaba en mi, no temía, pues sobre esas nubes aun estaba la luz.


Desperté con el sonido del locutor, que anunciaba la hora. Era cerca del mediodía. Estábamos en un semáforo, la lluvia se había ido. Era el centro de la capital, el bullicio a su máxima expresión. Ella se notaba agotada por el viaje, decidí que era tiempo de que yo tomara el volante, solo necesitaba que me indicara hacía donde nos dirijíamos.


- Disculpa, te ves cansada. Yo me siento mucho mejor. Puedo manejar.-


- No te preocupes, vamos hacia un hotel cercano a descansar un poco. Nuestro vuelo sale en la noche. -


- ¿Hacia donde vamos?- pregunté.


- Aún no lo sé. Aqui tengo toda tu documentación. Revisa tus datos. Si necesitas algo, podemos ir a comprarlo mas tarde. Por ahora quiero dormir.-


- Creo que lo necesitas. Quiero comer algo. Solo desearía mi portátil. Pero no puedo regresar.  -


- No te preocupes. Hablaremos de eso después.-


Llegamos a un hotel de mediana categoría. Tomamos una sola habitación, que realmente, a pesar de su sencillez, lucía muy cómoda. Mientras ella tomaba una ducha, yo  bajé a un restaurante cercano para comprar algo de comer. Regresé a al cuarto, y ella ahora vestía ropa muy cómoda. Nos sentamos a la mesa, y comimos. Ninguno de los dos dijo nada. Parecía que yo estaba solo, y ella a su vez también. Terminamos nuestros alimentos, y se recostó sobre la cama. Y ahi quedó durmiendo plácidamente, como hace algunos días la había tenido en mi habitación.


Al no tener nada que hacer, tome un diario, y lo leí por completo. Aun seguía aburrido, pero no pensaba salir. Necesitaba algo que ocupara mi mente, asi que conseguí una libreta en la recepción y comencé a escribir. Tal vez sería al demasiado cursi, pero quería dejar plasmada esta vivencia, tan siquiera por si llegara a pasar algo, mi familia supiera la verdad. Recordé los sucesos de nuestro primer día, y los plasmé en la libreta.  Si en un papel se quedaba mi vida, en este otro comenzaría una nueva.