Había terminado mi carrera universitaria pocos años atrás. Estudié una ingeniería en telecomunicaciones, lo que reafirmaba mi postal de intelectual. Después de egresar, estaba aplicando mis conocimientos, me sentía seguro de mi mismo. En algunas ocasiones tenía que trasladarme por semanas hacia alguna ciudad a dirigir, analizar o implementar algún proyecto. La recompensa monetariamente hablando era atractiva, sólo que cada vez sentía que la rutina se apoderaba de mi vida.
Casi no frecuentaba a mis viejos compañeros, sabía poco de ellos. No soy de las personas que socializan con facilidad, aunque las pocas amistades que tenía bastaban para no sentirme solo en algún aprieto. Y una de aquellas personas había organizado la reunión esa noche. Ver caras conocidas me hizo recordar viejos tiempo, intercambiar experiencias, anécdotas, curiosidades y comprobar que debía cambiar mi estilo de vida.
Esas eran las preocupaciones que se suponía debía tener aquella noche. Pero lo que estaba sujeto a mis neuronas era la forma de poder eludir a mis perseguidores. Una luz de esperanza estaba en la voz de aquella chica. Era lo único que tenía.
Con la habilidad de un contorsionista, pude conectar el manos libres, mientras pasaba semáforos en luz roja. Y mis perseguidores se aproximaban cada vez más. Temía que pudieran utilizar armas, pues de ser así no habría salida. Cuando por fin logré conectarlos, empecé la conversación con Ángela, aunque no sería como hubiera imaginado.
- ¿Cómo vas a sacarme de esto? - exclamé. – ¡Tengo que hacer algo rápido!-
- Tranquilízate, vas por el boulevard Alfonso Ruiz, sigue por el mismo camino, no te detengas, hasta llegar al cruce con Félix Zuloaga. Ahí gira a mano derecha. Aquí estaré, no colgaré – dijo con voz serena.
- Espero que sepas lo que hagas. Si salgo de esto voy a necesitar una buena explicación – repuse.
- Sabrás sólo lo necesario –
Aumenté la velocidad a una forma considerable. Tenía la ventaja de que mi auto, al ser tamaño compacto, podía realizar maniobras que mis perseguidores no haría con facilidad. Tarde un par de minutos en llegar a la intersección e hice lo que aquella chica me había indicado.
- Ahora vamos por la avenida que me indicaste, ¿Qué más debo hacer?-
- Avanza hasta llegar a la gasolinera que se encuentra a tu derecha, baja del auto y entra en la tienda que ahí se encuentra. Dirígete al fondo, a la bodega. Y al llegar ahí no hagas nada, ¿entiendes?-
- Claro, solo que espero que sepas lo que hagas- contesté.
Llegué muy de prisa a la estación de gasolina. Ni siquiera apagué las luces de mi auto, bajé y entré a aquella tienda. El encargado me miró, pero no dijo nada. Escuche el rechinido de las llantas de la camioneta, giré y vi como aquellos hombres bajaban, pero con mucha calma. Parecía que había caído en la trampa. Pero aún guardaba las esperanzas. Pasé la puerta trasera, y ella estaba ahí. Me tomó del brazo con mucha fuerza, y dijo:
- Ocúltate en detrás de aquellas cajas. Si ves que estoy en problemas, corre, aborda mi auto y huye. Toma las llaves. Si eso llegara a pasar, mucha suerte.-
Ni siquiera le hice cuestionamientos, solo obedecía y me oculté. Ella permaneció inmóvil, a unos cuantos metros de la puerta, y yo esperaba lo peor. De pronto los pasos se hacían más fuertes. Se acercaban. Se abrió de golpe. Las dos figuras entraron y cerraron con gran fuerza la puerta.
No había logrado ver al conductor de la camioneta, pero ahora distinguía con gran claridad sus rasgos. Iba completamente de negro, con una gran gabardina.
Era alto, complexión delgada, sus ojos tenían un toque azul, sus manos alargadas y blancas, me hacían recordar un cadáver. Pero era muy diferente a su compañero, tenía porte. Y empezó una conversación con aquella chica.
- ¿Porqué interfieres en esto? No hay esperanza, lo sabes.-
- No la hay, pero estamos aquí para crear una nueva. –
Aquél tipo solo emitió una desagradable sonrisa, y aquellos personajes tomaron la actitud de agresión. Iban a atacarla, y yo no podía dejar que eso pasara, tenía que hacer algo. Si de todas formas el destino estaba en mi contra, no iba a quedarme con los brazos cruzados. Pero antes de poder hacer algo, los dos sujetos se abalanzaron hacia ella. Se movía muy rápidamente, pero para mi sorpresa, ella se defendía muy bien. De pronto, el tipo de aspecto de desequilibrado alargó sus uñas, algo así como una especie de navajas. ¡Cómo diablos pudo hacer eso! Pero a estas alturas ya nada me sorprendía.
Comenzó a moverse muy ágilmente, a tal grado que acorraló a la chica. Entonces los dos se le aproximaron, parecía que todo terminaría. No iba a quedarme así. Saque valor de lo más profundo que tengo y me arrojé contra el tipo de las cuchillas. Lo tomé por la espalda, pero este de pronto se volvió, me tomó del cuello con una de sus manos y me arrojó hacia una esquina. Fue con una fuerza que sobrepasaba los límites, sentí que me rompió las costillas, y ya no tenía energía para levantarme. Súbitamente, aparecío frente a mí, pensaba que fallé en el intento de protegerla, y quise mirarla por última vez. Aquel tipo la sujetaba contra la pared, ella me observó y sus ojos me inspiraron confianza. Con dos movimientos logro zafarse, y aplico un pequeño toque que hizo al sujeto perder el conocimiento. Lo supuse porqué cayó de golpe.
Instantáneamente, se dirigió hacia mi captor, este logró darse cuenta, pero fue demasiado tarde, pues tomó sus manos con las suyas, acercó su boca a su oído, mencionó algo y aquel tipo emitió un grito ensordecedor, parecía más bien un gruñido, igual que aquel “ente” hizo frente a la puerta de mi habitación. Comenzó a perder el control, ella sacó algo de su bolsillo, lo presionó sobre su frente, y sucedió algo muy desagradable. La piel de aquél tipo comenzó a caérsele, y después sus músculos, hasta que quedaron sus huesos, que se convirtieron en cenizas. No daba crédito a lo que había ocurrido, lo único que me alegraba era estar a salvo.
Ella me miró y muy enfadada dijo:
- Desobedeciste mis indicaciones, ¿Qué diablos estabas pensando al hacer algo tan estúpido como eso? No tenías que preocuparte por mí. –
No supe que responderle, pero antes de que lo hiciera, me abrazó. Ahora por fin me daba cuenta de que realmente no me dejaría solo en estos momentos.
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Otra parte mas de este ejercicio. Saludos a Viremar que me echa la mano con esto jaja y me da ánimos.