miércoles, 31 de octubre de 2007

XI

Muy buenas y deliciosas tardes de Octubre. Debido a causas de fuerza mayor, no hubo actualizaciones sobre este ejercicio, pero les dejamos el número 11. Trataremos de actualizar el sitio mas seguido. Saludos a Viremar.
1. Ahora era inicio de mi aventura. Me pase todo el día escribiendo el inicio de este viaje. Sabía como inició, pero su final era una incógnita. Esta vez no había pasado mi tiempo buscando respuestas o haciendo deducciones. Simplemente descansaba mi mente, evocaba recuerdos de mi infancia y disfrutaba cada tiempo y lugar en el que estaba posesionado.

Ella despertó cerca de la puesta del sol. Seguía con el semblante serio. Enseguida, tomó sus ropas y entró en el baño. Supuse que sería tiempo de partir, así que comencé a arreglar mis pocas pertenencias. Casi ninguna. Salió de la ducha, y se dirigió a la cama.

- Usa estas prendas. Elige lo más cómodo. Toma una ducha, Saldremos en unos minutos.-
-
- Espero que me quede. – y sonreí un poco.

- Te aseguro que sí.- y esta vez se notaba mas tranquila.

Y entonces me dirigí hacia el baño. No era muy grande, pero si tenía un aspecto muy hogareño. El agua cayendo sobre mi me hacia sentir tan cómodo. Pensé en tomarme más tiempo para disfrutar las sensaciones, pero recordé que estábamos cortos de tiempo, así que me apresuré. La ropa que había tomado realmente me ajustaba a la perfección, y me sentí muy cómodo con ella. Salí de la ducha, arreglé mi cabello, cepillé mis dientes, y estaba listo para lo que viniera.

Apenas salimos y un auto del aeropuerto tomó nuestras pocas pertenencias. Estábamos en la parte de atrás, viendo las el bullicio de las personas, que corrían desesperadas buscando un lugar para protegerse de la repentina lluvia que hacía presencia unos momentos después de salir del hotel. De pronto ella comenzó a hablar.

- Estos papeles son tuyos. – y me alzó un fólder color verde. – Memoriza los datos, para no tener problemas con migración o con alguna autoridad.-

- La información presentada aquí no es del todo correcta – repuse.

- Tu solo confía, controla tus nervios. Iremos a Inglaterra, existe información que tal vez una pieza esté ahí, o que nos pueda guiar hacia ella. Te advierto, no seremos los únicos, así que permanece siempre conmigo, y si por alguna causa nos separamos, no trates de pedir ayuda. Nadie te creería, solo busca mi portátil y las instrucciones para ese tipo de situaciones estarán al alcance de tu mano. –

- Claro que lo haré. Creo que no haré más preguntas hasta llegar al lugar. Todo en su justo momento – dije.

- Perfecto – y sonreímos.

Llegamos al aeropuerto y seguimos los procedimientos de rutina. En dos horas abordamos nuestro vuelo, y ahora estábamos rumbo hacia algo desconocido para mí. Me dispuse a tomar una siesta, sería un largo viaje.

Llegamos a Londres por la mañana. Clásica estampa de película. Pensé que nos quedaríamos ahí, y que podría visitar los lugares más importantes pero me sorprendió mucho la decisión que tomaría. Tomamos nuestro equipaje y partimos rumbo hacia la estación de tren más cercana, para dirigirnos hacia Durham. En mi vida había escuchado de ese lugar, pero estaba muy emocionado por conocerlo. El clima era muy lluvioso, había pocas personas en la calles, no estaba muy complacido con la vista.

Llegamos a la estación llamada Waterloo. Un lugar muy agradable, con un toque clásico, como todo en la ciudad. Es la mayor estación de trenes de Inglaterra. Es muy conocido su Arco de la Victoria, hecho de piedra de Portland. Está dedicado a los ferroviarios ingleses que lucharon en la I y II guerra mundial. Eso decía en la guía de turistas que obtuve en el aeropuerto.

Ángela hablaba perfectamente el inglés, así que no tuvimos dificultad alguna en conseguir lo que necesitábamos. Abordamos nuestro tren cerca del mediodía. A donde fuéramos no importaba, pues todo era nuevo para mi, y eso era lo mejor que podía ocurrirme.

Llegamos más pronto de lo esperado a Durham. Se respiraba el ambiente otoñal, mientras caminábamos hacia la salida de la estación de trenes. Era una ciudad medianamente pequeña, donde pudimos constatar que la gente era muy amable. Lo mejor, la catedral frente al castillo, vista magnífica que nunca olvidaría.

Nos dirigimos hacia una vieja construcción llamada el Muro de Adriano. Era una vieja construcción que daba constancia de la grandeza del Imperio Romano. Aunque desgastado por el paso del tiempo, eso lo hacía más imponente. Ella parecía inquietarse, pues esperaba a alguien y no se presentaba. El ocaso hizo su aparición y teníamos que regresar para buscar algo de hospedaje, pues nuestra intención era regresar el mismo día a Londres.