miércoles, 15 de agosto de 2007

VI

Aquí les dejo la 6a entrega de mis escritos. Gracias por las críticas.


Tomó su celular y realizó una llamada. - Inician maniobra de superposición. Dirígelo en rumbo desconocido. ¡Hazlo ahora!- replicó.
Después, sugirió que nos ocultáramos detrás de unos estantes. Pensaba decirle que sería mejor correr al auto y escapar, pero sabía lo que hacía, así que decidí confiar en ella.
De pronto, el tipo que estaba inconsciente, se levantó, sacó un aparato de su bolsillo, parecido a una agenda personal, escribió algo, y salió a toda prisa. Esperamos unos minutos, y después salimos. Ella decidió comprar algo helado, como si no fuera novedad, y al pagar en la caja registradora, el dependiente nos miró de forma extraña, pero no mencionó nada.

Al salir de aquella tienda, observe a todos mis alrededores, y mi auto no estaba. Maldita sea, alguien vio que estaba en apuros y decidió robarlo. Realmente había tenido un mal día. – Tu auto está seguro. Solo que no podía estar a la vista de ellos.-
- Menos mal – mencioné.
- Viajaremos en el mío. Además, veo que te lastimaron. – Sólo asentí con la cabeza.

La lluvia se comenzó a desplomarse en breves instantes sobre nosotros. Efectivamente, había un auto donde ella lo había mencionado, pero a estas alturas no existían dudas de mi parte. Casi no podía respirar, debido a que tenía varias costillas rotas. Necesitaba ver a un médico. Pero antes habían muchas respuestas que necesitaba encontrar.

Dentro del auto, me dió a tomar unas cápsulas, las cuáles sugirió que calmarían el dolor. El ruido de la lluvia, el clima del automóvil y el malestar empezaron a hacer mella en mí.

- ¿Ésta vez puedes decirme de que se trata todo esto? Mira, tendrás tus razones, pero mi vida ha estado en juego dos veces en menos de 24 horas, y creo que es justo que si voy a morir, al menos sepa que mi familia estará segura, y quién es el responsable de esto -

- No tengo todas las respuestas, pero tal vez pueda aclarar algunas cosas. Mi nombre es Ángela Mailen, tengo veinticuatro años. Y soy tu centinela.- ¿Mi centinela?- repuse.


- Hace algunas décadas, un grupo de expedicionarios en un lugar del África, encontraron una misteriosa caja, del tamaño de un estuche musical lleno de extrañas inscripciones. Al abrirla se encontraron con 5 figuras de oro. Éstas, no tenían representación con alguna pieza realizada vista anteriormente Decidieron mantenerlas juntas, y llevarlas a Europa, para realizar un estudio sobre ellas. En el trayecto, cuatro de los cinco murieron en condiciones realmente anormales. El último de ellos, llegó a su destino, pero estaba en ese momento desequilibrado mentalmente y se deshizo de las piezas vendiéndolas a un mercader. Sólo conservó aquella caja. -

Tomó un poco de aire y prosiguió.
- Ese cofre, por azares del destino, llegó a manos del Dr. Alexander Phineas, quien pudo descifrar parte de las inscripciones. Allí descubrió que eran utilizadas en un extraño ritual pagano, de tiempos muy antiguos, pero no pudo encontrar más relacione. Fue asesinado, y su cuerpo fue encontrado crucificado sobre el techo de su dormitorio.. Su hijo retomó sus apuntes, y formó un pequeño grupo que se encargaría de encontrar las piezas, mientras que el terminaría el trabajo de su padre.

-¿Ese grupo son los centinelas, verdad? – Pregunté.
- Así es. – respondió. De pronto, sentí que mis fuerzas se iban, ella me miraba fijamente y no mencionaba nada más. Lo último que observé fue la lluvia en el parabrisas.